miércoles, 17 de diciembre de 2008

A propósito de fotografías

El Azar Cultural sugiere que presione aquí para leer sobre la subasta en Christie´s del martes 16 de diciembre del 2008.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Edición Especial foto>30 2008


Textos que conforman la Edición Especial de El Azar Cultural Fotografía que ya circula y puede encontrase en centros culturales y galerías de arte.
Fotos que relatan o relatos fotografiados / Silvia Herrera

“It is natural to all ages to like the narrative picture”
Walter Sickert, 1922

Hace casi cien años, los artistas, críticos e intelectuales ingleses ponían los puntos sobre las íes de la pintura haciendo referencia al aspecto narrativo con que ésta irrumpía en las salas de exposición, se hacía ver y criticar y conquistaba a los espectadores. Virginia Wolf, por ejemplo, señalaba cómo Walter Sickert buscaba colocar a sus personajes en movimiento y verlos en acción. Insistía en que su pintura no era pintura, sino narración.

Hoy, y sin hablar de pintura, siguen siendo ricas en referencias las anteriores reflexiones en vista de que la fotografía busca cada vez más la fluidez del relato, de la teatralidad y de la historia, y no la captura del segundo, razón por la cual “ha transgredido” esa prerrogativa suya de “congelar el instante”.

Le he dado vueltas y vueltas a lo que vi en Foto 30 de este año y no me ha sido fácil concluir que, a través del discurso masculino/femenino, hemos presenciado narraciones íntimas, menos íntimas y más sociales y también hemos percibido cómo los fotógrafos han buscado instalarse en las temáticas en boga a través –muchas veces- de forzarse a sí mismos, evadiendo la naturalidad y cayendo, precisamente, en la teatralidad barata y efectista. Encontramos realismo, expresionismo, dadaísmo y mucho surrealismo. Qué contento se hubiera puesto Buñuel al presenciar algunas de estas muestras… le habrían servido en bandeja los escenarios para una toma de Le charme discret….

He encontrado un gusto por el voyerismo (Walsh), por la comedia de restaurante incluida en el precio de la cena (Santizo), por la pintura romántica (Mozman), por las soluciones forzadas (Brenner), por la intimidad inexistente y que nos intimida (Rodríguez Collía), por las miradas melancólicas, de un folklorismo que busca profundidad (Ramírez), por la lección etnográfica y cultural (Rodríguez), por el recorrido turístico que incluye la lección de fotografía (Paiz), por la autobiografía a través de amigos y tatuajes (Gomez), por explorar los límites de la imaginación y del deseo (Iraheta), por lo crudo y lo cocido a lo Levi Strauss (Variaciones sobre un mismo tema, Asturias). En fin, estas ricas temáticas que ingeniosamente han derivado de la propuesta inicial, han sido tratadas a manera de cuentos cortos y a veces largos. Ni qué decir de las muestras colocadas como viajantes y prófugos de la propia identidad en los vagones del ferrocarril.

En la mayoría de las exposiciones, encontramos curiosas y muy buscadas composiciones de escena. En la propuesta de Calatayud, por ejemplo, es cierto que faltan los telones de los estudios fotográficos, pero sobran las manipulaciones en Photo Shop cuyo efecto acaba siendo similar: la imagen es construida, poco natural y por ello sujeta a una decodificación que desentraña rápidamente la intención –compleja, por cierto- de dar una lección de física con vectores y de fisico culturismo con músculos en un sujeto de género trans. Las piezas de Cecilia Paredes hacen alusión a los injertos vegetal/humanos propiciando lecturas biológicas, psíquicas a la vez que formales y estéticas.

Los guardaespaldas fotografiados en un estudio a lo Campbell Tropicolor de Alejandro Paz son genuinos, en su pose, en su fuerza y presencia, no así en los formatos tímidos y posiblemente medidos para aminorar ese enorme impacto que la nueva manera de ganarse la vida vigilando la de otros supone en el sistema económico de nuestro país.

He encontrado elocuentes los diálogos que las exposiciones y las obras mismas han entablado entre sí una vez colocadas unas al lado de otras y en los distintos espacios que las exhiben. Nuevamente, esta modalidad de inaugurar muestras durante un tiempo específico en diferentes lugares, nos ha dado la oportunidad de desplazarnos, distanciarnos y salirnos de nuestros circuitos habituales para contemplar lo que los fotógrafos invitados a Foto 30 y también los que se sumaron libremente a la iniciativa nos han ofrecido en septiembre. Por ejemplo, podría establecerse cierta relación entre la muestra de Foard Roberts (Sol del Río) y la de Asturias (Carlos Woods, Arte Antiguo y Contemporáneo). Ambas presentan objetos. Una presenta bodegones con el sabor chapín, el colorido desbordante y la parafernalia de los comedores de nuestro Mercado Central. La otra nos deja con el sabor del sur de Estados Unidos, con la carga de un clima, una vegetación y una historia bien condensada en las imágenes. La primera, con fondos negros y una iluminación en diagonal que resalta las superficies y los objetos; la segunda, acromática y con una densidad atmosférica que diluye contornos. Ambas exquisitamente planteadas, dispuestas y exhibidas. Ambas cuentan historias de personas presentes en su ausencia, mundos distintos, pero cargados de humanidad.

A todos nos gusta escuchar y ver historias. Especialmente, si provienen de un fondo común y especialmente si nos sirven de espejo, como bien apuntara Aristóteles en su Retórica. En los relatos aprendemos, nos conocemos y nos exorcizamos de nuestros propios demonios. En Foto 30 ha habido –parafraseando a la Wolf cuando se refería a Sickert- cualquier número de cuentos y tres volúmenes de novelas[1], unas mejor relatadas que otras, pues no todos han cuidado tanto la técnica como la gana de hablar de sí mismos y de aprovechar la coyuntura para ir más allá de los límites convencionales del relato.


s. herrera u.
septiembre, 2008

[1] Woolf, Virginia. ‘Walter Sickert’ (1934), en sus Collected Essays, Vol. II, London, Hogarth Press, 1966.
Foto 30/ 08, zonas 10, 13 y 14.
/ Miguel Flores Castellanos[i]

“… la fotografía es el ejemplo de una práctica que permite leer,
más claramente que cualquier otra, la lucha del sujeto
contra el desmoronamiento simbólico”
(J. Kristéva).[ii]

Desde su primer edición Foto 30 (Centro Cultural de España en Guatemala) enmarcó la fotografía como un documento simbólico. No muestra una fotografía de aficionado que pone interés a las curiosidades y a la técnica, dirige sus esfuerzos a los autores que manifiestan un carácter sistemático (y no oportunista) de su trabajo y la pluralidad de los planos semánticos que asocia. Este año sugirió el discurso (es más discurso que tema) Femenino/Masculino, era de esperarse enunciados de por sí polémicos, dado el entorno social marcado por el patriarcado. Pero esta idea se esfumó.

Linda Foard Roberts (Estados Unidos) mostró la visión femenina de la existencia. En la serie Passage (Galería Sol del Río) su mirada reposa en una historia personal: vida y muerte, se funden en una mirada escrutadora de algunos objetos, todos conectados con el pasaje que constituye la vida. Desde la ortodoxa fotografía en blanco y negro, se refugia en la naturaleza, que se convierte en poderosos elementos connotativos en sus imágenes. El gesto de Roberts por el uso de cámaras antiguas y la adopción de formatos ovalados en algunas obras, brindó un aire de nostalgia.

Alfredo De Estéfano (México) con su muestra Habitar el vacío (Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón) fue un ejemplo de la intervención creativa del desierto. Sus obras cercanas al registro de Art Land, son una lección de la manipulación del paisaje. El fotógrafo asume el rol de artista plástico, usa el desierto como soporte de la obra. Se observa la mano masculina que insiste en alterar el orden de la naturaleza a través de lo construido, al mismo tiempo se evoca la omnipresencia de una fuerza que mantiene el equilibrio en la dualidad tierra-cielo.

Ricardo Mata (Instituto Italiano de Cultura). Una vez más hizo gala de su experiencia de cincuenta y dos años de profesión en su serie Italia y Guatemala en la mirada de Ricardo Mata. Anteponer dos culturas resulta arriesgado más cuando la mirada se centra en sitios emblemáticos y objetos que el turismo ha consagrado como símbolos nacionales. Es evidente que su labor para revisas como National Geographic lo marcó. Dos escenas campesinas fechadas en 1958 del altiplano guatemalteco, son una evidencia que su mirada se mantiene incólume.

Germán Gómez (España) en la serie Fichados y tatuados (Museo Nacional de Arte Moderno), forjó un hilo conductor constituido por la masculinidad, que a su vez fundió a una narración personal. Es notoria su habilidad de hacer interactuar el lenguaje fotográfico, con los recursos y conceptos del arte contemporáneo, imagen fotográfica de gran formato y la ficha de registro (documento), juntos hacen emerger el concepto de la identidad.

Colectivo La U.R.B.E. (Museo Nacional de Arte Moderno). Este grupo logró colarse por la puerta grande al evento de Foto 30, en la entidad que se supone insignia del arte visual en el país. Al mostrar determinadas áreas de ciudades tan dispares como Moscú, Oslo, la capital o el altiplano chapín, sus autores insisten en remarcar la existencia de un no-lugar, pero al colocar el nombre de la ciudad donde procedía la imagen se disuelve la idea inicial, convirtiéndose en postales alternativas. Tal vez su proyección de imágenes atina más a la idea de un lugar sin coordenadas, se hizo sentir que existe en el observador una mirada preprogramada.

Alberto Rodríguez Collía (Galería El Attico). Su serie Hotel Pasabien se adentra en la temática de los precarios espacios tabú para el sexo furtivo: hoteles y cines venidos a menos. La serie repite imagen tras otra los mismos objetos, pero no muestra vestigios de la vitalidad que se supone sucede ahí, es en éste aspecto con el cual la obra se activa. Su discurso, fuera del contexto de la galería, corre el riesgo de quedarse en lo denotativo, necesitan de otros textos alrededor (catálogo, montaje museográfico y crítica) para confirmar su calidad estética.

Andrés Asturias (Guatemala) exhibió Variaciones sobre un mismo tema (Galería Carlos Woods), donde releyó el bodegón barroco en el espacio de los comedores del mercado central de la Ciudad de Guatemala. Esta obra por momentos funde intertextos visuales de la fotografía publicitaria. Sin duda esta serie aboga por exaltar la cotidianidad guatemalteca. El empleo del color intenso, el formato y el enmarcado churrigueresco blanco, hace que objetos triviales adquieran una dimensión épica. Además, exhibió diapositivas convertidas en objeto, flirteando con el arte contemporáneo.

Retrato(s) de Mujer(es). Bienal Centroamericana de fotografía. (Alianza Francesa). Las bienales son, espacios para el encuentro, el debate y la teoría. Por otro lado el supeditar todo el evento al retrato de mujeres, connota una visión trillada de exaltación de lo femenino como algo para ser visto, sinónimo de la belleza por antonomasia. El nombre de Bienal Centroamericana de Fotografía queda grande para una exposición itinerante. Los participantes seleccionados son desiguales en consagración carismática. El pecado de esta situación es la normatividad de tamaños, género y tema, en aras del transporte. El producto final es una mezcla de discursos y técnicas que si bien cazan con el tema rector, no todas poseen una variedad de planos simbólicos, que constituyan un reto creativo.

Si lo que se pretendía era buscar la esencia de lo femenino Daniel Hernández-Salazar con la obra Retrato de mujer con tocado y arete, llevó esta idea hasta las últimas consecuencias. Es una propuesta ideológica que evoca un homenaje a mujeres asesinadas durante la guerra guatemalteca, además manifiesta un desacato a la norma impuesta, y ratifica la ideología del autor. En forma similar en Super Chica en Atitlán, Walterio Iraheta presenta la imagen de la mujer indígena, a quien restituye en forma ácida su dignidad y protagonismo, simultáneamente remarca la incidencia de la cultura de masas en sus comunidades. El discurso de género y la mirada de lo queer emerge en la obra Belles de Jour de José Manuel Mayorga, y en la pieza La sagrada familia de Carlos Alberto Girón, ambos evocan el plano de identidad bajo el lema de “me imagino luego existo” apuntado por Mayorga. Ambas fotografías apelan a la transgresión como única arma para poder existir, para una nueva forma de ser mujer. El resto de fotografías de la bienal son una ilustración del tema impuesto. Renaud Monfourny (Francia) presenta dentro de esta bienal una serie de retratos de luminarias del jet set internacional. Ésta colección no logró compaginar con las fotografías seleccionadas para la muestra, existe una escisión conceptual entre los dos grupos de imágenes. No se pone en duda el trabajo de Monfourny, pero se espera más del país donde nació la fotografía.

La I Bienal de Fotografía Centroamericana nació con el pecado original, similar al de la Bienal de Arte del Istmo Centroamericano, las normas, que limitan y dejan fuera propuestas más interesantes, lo que hace invisibles a importantes fotógrafos de la región. Es una lástima porque en el área son escasas las instancias de consagración en esta disciplina, y ésta bienal podría ser una opción viable. Esta actividad necesita de una reingeniería para próximas ediciones, o entrará en un circulo vicioso tipo concurso.

De la fotografía guatemalteca expuesta cabe destacar la obra de Mario Santizo, que puede adjudicársele la honra de ser la revelación fotográfica de este año. Su trabajo metafórico y controversial ya ha sido visto durante Juannio 08 y la pasada XVI Bienal de Arte Paiz, este infante terrible de la fotografía guatemalteca, consolida su promisoria carrera. Cabe destacar las obras expuestas de Juan Brenner, Rodolfo Walsh, Walterio Iraheta y Patrick Hamilton, sus imágenes quedan inmanentes en la memoria, signo de calidad fotográfica contemporánea.

[i] Miguel Flores Castellanos. Doctor en Artes y Letras de Centroamérica, licenciado en Letras y Filosofía. Actualmente es profesor universitario, curador y gestor cultural.
[ii] En: Durand, Régis. Tiempo de la imagen. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1998.
Foto 30 en la zona 1 / Valia Garzón Díaz

Tres de las exhibiciones de Foto 30 en la zona 1 fueron el botón de muestra de problemas que tiene el evento desde hace varios años: la necesidad de una profesionalización cada vez mayor al presentar las muestras y un compromiso fuerte en el cumplimiento de la agenda de las actividades propuestas. Por razones ajenas a los organizadores, fue imposible para muchos ver la exhibición de las imágenes realizadas por Andrés Asturias y colocadas en el Palacio Nacional de la Cultura. Ante la disyuntiva de tomar o no el tour de los murales de Gálvez Suárez “convoyados” con la exhibición de Andrés, y frente a los numerosos registros a los que había que someterse en estos días para entrar al Palacio, esta muestra se convirtió en “la no exhibición” en “el no lugar”. Un via crucis diferente había que pasar en el Centro Cultural Metropolitano y la Casa Ibarguen. El sábado 13, previo al asueto, especial momento para salir a ver las exhibiciones, fue de puertas cerradas en los dos sitios. Días después pudimos entrar a ver las muestras. Los textos de la exhibición de Patrick Hamilton en Correos eran a mitad de mes un desorden de letras que saltaban de la pared, formando ellas mismas su propio performance. La ausencia de vocales y consonantes convertían el acto de leer en un vericueto de suposiciones que competía con las bien cuidadas imágenes. Si entrabas por la puerta equivocada, es posible que no te enteraras de quien eran las piezas pues, salvo el letrero de la puerta principal, no había una cédula en toda la muestra. En la Casa Ibarguen, para ver la excelente exhibición de Walterio Iraheta era casi necesario llegar con una lámpara ante las deficientes instalaciones. Su pieza en video era imposible verla, el proyector brillaba por su ausencia. Con un bombillo fundido corrió al menos mejor suerte que el proyector de la muestra del checo Jáchym Kliment que fue robado del Palacio de Correos.

El recorrido lo completamos en el Museo del Ferrocarril, donde está la muestra El Viaje. Andrea Aragón, Moisés Castillo y Sandra Sebastián unieron sus trabajos usando la idea de diferentes perspectivas de un viaje (el de una anciana que antes de la muerte se reencuentra con sus hermanos y parte de su familia; el de los habitantes de San Antonio Aguascalientes acompañando a sus difuntos; el que realizan hacia la ciudad las personas que reclaman sus derechos). A pesar de que se nota la ausencia de una curaduría en la muestra, sobre todo en varias imágenes que podrían haber sido eliminadas en aras de la limpieza del discurso, esta exhibición es una de las más logradas del evento. El espacio, verdaderamente complejo, fue muy bien aprovechado por la museografía realizada por David Urbina quien, una vez más, demuestra su experiencia profesional.

Actualmente no hay en Guatemala un evento con el carácter de Foto 30, ni con su poder de convocatoria. Comenzó hace cinco años, gestado desde el Centro Cultural de España, empujado por el entusiasmo de Rosina Cazali, a quien hay que agradecer su constancia y esfuerzo que permitieron que alcanzara la magnitud que tiene actualmente. Foto 30 ha sido inusual en el medio artístico nacional y tuvo una aceptación tal desde sus inicios que ya en su segunda edición era notable la cantidad de instituciones culturales y espacios privados que se sumaron a la iniciativa. Hoy, el esfuerzo de la entidad donde se gestó continúa dándole al evento un apoyo institucional decisivo para su continuidad, que esperamos sea por mucho tiempo.

No ha sido difícil, a partir de este entusiasmo, acuñar septiembre como el mes de la foto en el país. Definitivamente es un evento que ha crecido y se enfrenta ahora a nuevos retos que si se asumen oportuna y exitosamente, redundarán en su beneficio.

Foto 30 deberá en el futuro cercano replantearse sus principios básicos y la manera en que se articulan sus diferentes componentes. Se siente la carencia de un equipo curatorial que articule una propuesta y organice a los diferentes espacios en torno a ella. Este año el evento intentó trabajar sobre el eje Masculino/Femenino, pero en realidad esta idea quedó solo en la intención al no sumarse a ella todas las instituciones. Un grupo de curadores que investigue con profundidad sobre el estado de la producción fotográfica en el país y elabore una propuesta que se traduzca en los diferentes espacios; unido a la posibilidad de nuclear, eficientemente alrededor del evento a diferentes actores: espacios de exhibición, curadores, académicos, artistas, coleccionistas, patrocinadores y público será, a mi modo de ver, el punto de giro que dará a Foto 30 una continuidad en el futuro.
Comentarios / Daniel Chauche
En Antigua Guatemala, en el marco de Foto 30, se encuentra en exhibición una extensa muestra fotográfica en el Centro de Cooperación Española, es la primera de tres partes de una serie sobre fotografía documental de España y América Latina. Hay otras muestras más pequeñas de autores individuales.
En la Casa del Mango, Manuel Morillo, su director, está exponiendo una retrospectiva de su trabajo. Son fotografías tomadas durante sus estancias en Sevilla, Londres y, más recientemente, Guatemala. Se trata de la perspectiva personal de un viajero sin destino determinado. Las imágenes muestran una progresión de la relación del artista con el mundo. Mientras las primeras tienden a mostrar los aspectos desechados de la sociedad, en su trabajo más reciente, se percibe una conexión más personal con los sujetos. Quizás ahora es tiempo de que Manuel se convierta en un residente.
El Sitio está mostrando una exposición de José Carlos Flores titulada "Red Boots". El artista nos ha hecho partícipe de un pequeño experimento social donde un solo sujeto, en este caso, un par de escandalosas y brillantes botas de cuero rojas con plataforma, constituye el centro de cada imagen, cuyo escenario y personajes cambian. Las fotos están expuestas en grupos, cada uno de ellos muestra variaciones sobre prácticamente la misma escena. Fue interesante para mí ver todas las imágenes presentadas de esa manera para tener una idea de cómo trabajó el artista su relación con las personas fotografiadas. Parece que todos la estaban pasando bien.
Siempre trato de ver si hay imágenes exhibidas que permanezcan en mi mente al volver a casa. Hubo algunas de éstas entre las cientos de "snap shots", pero me pregunto: ¿si hubiera hecho una edición para presentar imágenes únicas, habría tenido suficientes para un uso provechoso del espacio de la galería?
En Casa Santo Domingo, la exposición "Acorde Armónico" de Alejandro Anzueto es fácil de describir pero me ha causado perplejidad a la hora de analizarla. Son imágenes de detalles arquitectónicos, "cropped" de contexto hasta el punto de abstracción. Todo ello facilita una transformación evocativa por medio del uso de títulos poéticos. Alejandro tiene buen ojo para este proceso transformador. Armado con una hábil visión puramente fotográfica, la mayoría de su composición, tiene equilibrio y precisión, que van de la mano con su mente metódica. Donde creo que pudo haber aprovechado mejor es en la presentación final. Las impresiones de gran formato en elegantes marcos negros claman por una representación fotográfica más rigurosa en oposición a una presentación gráfica. Alejandro me dijo que él quiso las fotos impresas así, con un contraste menor al normal y una notable ausencia de detalle y textura en las superficies, para aumentar su cualidad abstracta. Creo que el resultado habría sido más impactante si las impresiones hubieran mostrado todas las superficies ricamente texturizadas, con un contraste más normal y con negros profundos, los cuales le hubieran dado una sensación de mayor profundidad y riqueza.
En el Centro de Cooperación Española hay dos exposiciones: La primera, titulada "José Ortiz Echagüe - Arte Mito Documento”, sustantivos a los cuales yo agregaría sendos puntos de interrogación. Son reproducciones digitales de una serie de fotos impresas con un proceso de "carbón directo", técnica fotográfica de épocas tempranas muy usada por fotógrafos que querían que sus imágenes se vieran más como pinturas que como fotografías (pictorialismo). Estas fueron bien construidas y elaboradamente escenificadas. El detalle extremo de la impresión con plata fue dejado atrás en favor de una aproximación más pictórica, donde incluso era posible pintar encima, agregar o aún borrar partes indeseables de la imagen. El esfuerzo por mostrar representaciones folclóricas de esta manera fue típica de muchos fotógrafos pictorialistas desde finales de 1880 hasta las primeras dos décadas del siglo XX. El trabajo del inglés Peter Henry Emerson, "Life and Landscape" viene a mi mente como un buen ejemplo. Las fotos de Ortiz Echague también me recuerdan al estadounidense Edward S. Curtis, quien publicó su monumental trabajo sobre los indios de Norteamérica en 1920. Ortiz fue obviamente un amateur muy dedicado y su vocabulario visual era típico del tiempo en que los fotógrafos solían usar técnicas pictóricas para hacer que sus composiciones fueran dignas de ser llamadas arte.
El plato fuerte de Foto Septiembre en Antigua es la exposición de más de 170 imágenes titulada " Laberinto de Miradas", subtitulada "Un Recorrido por la Fotografía Documental en Iberoamérica". En las palabras de su curador, Claudi Carreras, "Laberinto de Miradas" "pretende dar una dimensión global del estado de la fotografía documental en Iberoamérica hoy, presentando miradas multidireccionales de autores que trabajan en estos países explorando nuevos lenguajes creativos y profundizando en la realidad del entorno que les rodea". Hay muchas lecciones qué absorber de esta ambiciosa exposición: Primero, es un buen punto de partida que ayuda a entender lo que es "fotografía documental", que ésta continúa siendo un medio válido e importante y que merece ser exhibido en un contexto artístico. Al definir la fotografía documental, el punto principal del curador es que ésta es fotografía "del otro", enfocada sobre todo en el sujeto, en un estilo que pone más atención al sujeto de la foto que a cualquier visión artísticapretendida. Irónicamente, el siguiente criterio en mi mente es que el autor tiene que tener un estilo reconocible, una manera de visualizar la realidad que sea distintivamente propia, que pueda ser descrita, identificada y analizada, como sucede con la literatura. Todo esto al mismo tiempo sin ensombrecer la importancia del sujeto. La foto documental es siempre dada en proyectos, se escoge un tema a fotografiar con cierta profundidad y generalmente durante un período de tiempo: semanas, meses, aún años. En esta exhibición, tenemos una amplia gama de puntos de vista y estilos a elegir: directamente hacia el retrato, las personas en su entorno, incluso imágenes impresionistas como las de Sandra Rocha. Retratos más grandes que el tamaño vida, dados en tonos fríos por Cía. de Foto; momentos maravillosamente evocativos capturados por Ricardo Teles de los "Quilombos" de Brasil...
Dos factores llamaron poderosamente mi atención: Primero, ningún autor centroamericano fue incluido en la muestra y segundo, casi no hay representación indígena dentro de los sujetos retratados. Me pregunto, respecto al primero, ¿estamos tan mal parados en nuestra región como practicantes de la fotografía documental para no estar presentes? Y en el segundo, ¿será que todas las representaciones de las comunidades indígenas son tan estereotipadas que no tenían lugar en una muestra de fotografía documental contemporánea? Yo podría seguir hablando sobre esta muestra pero mejor vengan a verla. Vale la pena hacer el viaje a La Antigua y mientrasestán aquí, visiten las otras exposiciones
Juez y Parte / José Manuel Mayorga

Ya entrado el mes de foto>30, pero con la posibilidad de visitar varias de las muestras que concluyen en la primera quincena de octubre, comento algunas de mis impresiones.
Pluralidad de miradas y el reto de apreciarlas todas.
La imagen digital tiene una presencia avasalladora, tanto en la toma como en la presentación sea en medio impreso o en proyecciones.
Las fotos sin enmarcar en varias de las muestras, en similar tamaño y soporte.
Repetitivas las fotografías que conformaron varias de las exhibiciones, al extremo del desconcierto en el caso de algunas que no se sostienen por sí mismas por carencias técnicas y de contenido, no obstante textos especializados, promoción y cuidados montajes que las avalan.

La sorpresa de lo que hay y de lo que viene. Entre los créditos fotográficos de la muestra Laberinto de Miradas en Espacioce, leer que la autoría de varias de las impresiones de las fotos blanco y negro corresponde a Gabriel Figueroa (México), hijo de Gabriel Figueroa Mateos, responsable del imaginario visual que conforma la época de oro del cine mexicano y director de fotografía de la fase americana en el cine de Luis Buñuel. Lo que viene: Luna Córnea, prestigiosa publicación periódica del Centro de la Imagen de México, que dedica su próximo número al legado visual de Gabriel Figueroa. La publicación estará lista a fin del año que corre, el dato lo ha proporcionado Alejandro Castellanos.

Es de mencionar, por la trascendencia que un evento de ese tipo puede llegar a desarrollar, la Bienal de Fotografía Centroamericana con el auspicio de las Alianzas Francesas de la región. En esta misma entrega, Miguel Flores hace comentarios precisos respecto a los criterios sostenidos para la primera convocatoria. Esperamos que las próximas ediciones tengan la repercusión que deben en la comunidad fotográfica y artística, y que ello se traduzca en una nutrida participación con trabajos de excelencia. Sólo así se contribuirá a la calidad del evento para que éste se constituya en un verdadero referente regional; con mayor razón si tiene el apoyo de una institución del país donde nombres como Lartigue, Cartier Bresson y Doisneau, han realizado aportes significativos a la historia de la fotografía. Se agradece que, como contrapartida, pueda apreciarse la cuidada selección de retratos de Renaud Monfourny y entre éstos tener a Marguerite Duras sonriente desde su silla.

La parte educativa del evento Foto>30 ocupa un primerísimo plano, es un aporte que hace la diferencia. Se ha traducido en proyecciones de películas y videos con admisión libre, conversatorios con los fotógrafos, y especialistas, talleres gratuitos para niños y adultos para conocer la fotografía estenopéica, para pintar con luz, expresarse fotográficamente, de sensibilización visual y para contar historias con imágenes. Gracias a Jorge Castrillón, a la Cooperación Española, a Elsa Medina y Consuelo Bautista, Linda Morales y compañía, y a Manuel Morillo por su entusiasta colaboración para jugar con los niños e introducirlos al mundo de las luces y sombras, en estos días en los que, como señala Pedro Almodóvar, “la oscuridad está de moda…”

Se confirma el fuero de atracción del evento con la participación de Casa No´j en Quetzaltenango, la cual abrió sus puertas a las muestras Migración Final de Dionisio Carreto y Primer Viernes de Luis Estacuy. El espacio se ha incorporado al circuito de exhibiciones, como es deseable que se incluyan otros espacios expositivos que de hecho han estado en sintonía con el mes de la fotografía pero que no figuraron en el programa oficial (ArteCentro y Cantón Exposición por nombrar dos). Es un logro que año con año el nivel de presentación de las muestras se eleve y unifique, por generación espontánea en el mejor de los casos, y que por primera vez la responsabilidad de coordinación del evento haya recaído en Maya Saravia a quien se le exhorta a seguir adelante con enriquecida experiencia.

La edición del 21 de septiembre del suplemento cultural El Acordeón entrega Una Conversación con David Foster Wallace por Eduardo Lago. Después de leerla me pregunto ¿A cuántos de los visitantes de Foto>30 lo que han visto les ha parecido una “revelación”?, ¿A quiénes se les ha procurado la sensación de armonía y perfección que se siente en presencia de la obra bien hecha, de la obra de arte que logra su cometido? En definitiva, ¿Lo visto les ha hecho clic?